![rw-book-cover](https://static.eldiario.es/clip/5a97c96b-b3b6-4f48-b424-6dd49e96bc4d_facebook-aspect-ratio_default_0.jpg) --- > Uno de los problemas que seguimos sin solucionar es este de que España nunca sea del todo un país y mucho menos una nación. ¿Qué es entonces? Es sobre todo una ideología: llamémosla “España”. Pese a los muchos cambios experimentados en las últimas décadas, su nombre no es fácilmente separable, en efecto, de una cierta visión del mundo, no mayoritaria, que penetra y se apropia todas las palabras y todos los símbolos, incluida la bandera. - [View Highlight](https://read.readwise.io/read/01j356x5bb9ts6sh1h6rd03e42) --- > Durante años me alejé del fútbol por razones ideológicas; reprimí mi deseo de ver partidos o los vi solo de manera clandestina y casi adúltera, como ese personaje de Alejandro Zambra que no se atrevía a contarle a su novia, activista comunista, su pasión por el estadio. El fútbol, digamos, reúne dos vertientes que lo hacen virtualmente universal. Una es objetiva: la conexión entre la geometría y la carne, la revelación de los límites en el espacio, la colectivización de una pequeña esfera en movimiento, el descubrimiento pasmoso de la inteligencia de los pies. Contiene además una vertiente subjetiva: el placer de la filiación adventicia, de la identidad provisional y de la disputa autosatisfecha; la tensión de una rivalidad que, como la de los buenos chistes y los buenos poemas, se resuelve (o debería resolverse) en los límites del campo. - [View Highlight](https://read.readwise.io/read/01j357ma6k0m0km743c86p684m) ---